Lectura diaria de la Biblia

30 de junio 2024 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: Jesús no mira al conjunto, como nosotros, mira a la persona. No se detiene ante las heridas y los horrores del pasado, va más allá de los pecados y los prejuicios. Todos tenemos una historia, y cada uno de nosotros en secreto conoce bien las cosas malas de la suya. Pero Jesús las mira para curarlas. En cambio, a nosotros nos gusta mirar lo malo de los demás… Cuántas veces, cuando hablamos caemos en el cotilleo que es hablar mal de los demás, “despellejar” a los demás. Pero mira que horizonte de vida es ese. No como Jesús que mira siempre el modo de salvarnos, mira el hoy, la buena voluntad y no la mala historia que tenemos. Jesús va más allá de los pecados. Jesús va más allá de los prejuicios. No se queda en las apariencias, Jesús llega al corazón. (27-06-2021)

Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24: Dios no ha hecho la muerte, ni se complace destruyendo a los vivos. Él todo lo creó para que subsistiera y las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo reina en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los de su bando.

Salmo 29, 2.4-6.11-13b: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

2Corintios 8, 7-9.13-15: Hermanos: Lo mismo que sobresalís en todo -en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado-, sobresalid también en esta obra de caridad. Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En este momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad. Como está escrito: “Al que recogía mucho, no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba”.

Marcos 5, 21-24.35b-43: Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva. Se fue con él, y lo seguía mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: Con solo tocarle el manto curaré. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando ha había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente y preguntaba: ¿Quién me ha tocado el manto?… Los discípulos le contestaban: ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”. Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. Él le dice: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad”. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: “Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentran el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: “¿Qué estrépito y qué lloros son éstos?” La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano, y le dijo: Talitha qumi (que significa: “contigo hablo, niña, levántate”). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

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