Devolvamos los crucifijos a los lugares de donde nunca debimos quitarlos
No debemos aceptar que se nos imponga retirar los crucifijos de los lugares donde antes hubieran estado.
Si eso lo piden personas para los que la cruz o crucifijo no tienen sentido, o no representa nada, que se interesen en conocer la historia y descubran lo que representa para España la era cristiana, que parte desde la muerte de Cristo en la misma cruz; Cristo que sentía predilección por los pobres (como personas más necesitadas de ayuda) pobres insensatos y desagradecidos que siguen dándole la espalda hoy dos mil años después.
Cuando se enterarán que Cristo ha muerto por ellos, que los perdona en su ignorancia, pero que pide, qué menos que un reconocimiento a su persona, que viene a traer esperanza a los desheredados de la tierra, ofreciéndoles por toda la eternidad aquellas cosas de las que sufrieron su carencia en la tierra, por la insolidaridad de los que nadan en la abundancia y por la indiferencia de otros. Ese es Cristo al que pretenden destronar bajándole de las alturas, con la malsana intención de someterle al olvido más inhumano, a la más absoluta negación.
Es bueno que sepan estos, que tanto aborrecen los símbolos cristianos, que con su aptitud aborrecen al hermano bueno y santo que les ama y desea lo mejor para ellos. Aborreciendo al símbolo que los cristianos presentan en la cruz donde fue asesinado, aborrecen un símbolo de paz, de hermanamiento, de amor, de entrega. Ese símbolo representa la luz y la luz no se puede esconder, ese símbolo representa verdad y la verdad siempre prevalece sobre la mentira. Ese símbolo reprenda poder sobre la muerte, vida espiritual, vida eterna. Contra esto no se puede luchar, el que lucha contra esto su misma conciencia le puede atormentar, haciéndole ver su error.
Jesucristo moría en deseos de que le creyeran; en más de una ocasión dijo: Si no me creéis a mi creed al menos al Padre; no os digo esto por mi voluntad sino por voluntad de mi Padre. Creed que yo soy el Hijo de Dios y he sido enviado en carne y hueso para deciros lo que mi Padre Dios no puede deciros. Sí quiere que yo os diga: que en la tierra podéis vivir como en un infierno, o podéis vivir como en un paraíso. Qué mi Padre os quiere, que mi Padre quiere daros mucho. Pero, que mi Padre no va a aceptar que le estropeéis su plan, su creación, y en justicia pagará a cada uno según su conciencia, según sus actos, según su amor hacia los demás. Y una cosa muy importante: casi todo se perdonará en la tierra. Pero cuidado con la ofensa al Espíritu Santo y cuidado con la negación de Cristo. No sabemos la trascendencia de estas palabras, pero es un hecho. Dice Cristo: El que me niegue en la tierra el Hijo del hombre le negará ante el Padre el último día.
Casi todo el universo se mueve bajo una fuerza inteligente e invisible. Solamente el hombre con su tozudez se niega a reconocer la existencia de Dios, la evidente doble naturaleza de Cristo: Humana y Divina y la necesidad que tiene el mundo de amor y solidaridad. Para los cristianos la cruz es nuestra bandera, es nuestro guía, es nuestro referente. El hombre que no sabe de donde viene y hacia donde va, está perdido.
No despertemos la ira de Dios, porque aunque el hombre no le obedezca, la naturaleza si le obedece y nos hace ver nuestra debilidad a la mínima que esta se altera.
No seamos frívolos y no tendremos que lamentarlo. Con las cosas de Dios no se juega.
Una forma de contrarrestar esta falta de cruces en los colegios y lugares públicos, sería que todos los católicos pusiéramos a la entrada de nuestra casa una cruz manifestando con ello nuestra adhesión inquebrantable a Cristo.
Filipenses 2,8
Cristo se humilló a Si mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual también Dios le ensalzó, y le dio nombre superior a todo nombre: al fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno, y toda lengua confiese que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre.