Lectura diaria de la Biblia
13 de Septiembre 2009 – Domingo
Isaías 50,5-9a
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
Salmo 114 Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Santiago 2,14-18
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos de alimento diario, y que uno de vosotros les dice: Dios os amparé; abrigaos y llenaos el estomago, y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por si sola está muerta. Alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.
Marcos 8,27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas. Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías. Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días. Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevo aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y de cara a los discípulos, increpó a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios! Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: El que quiera venirse conmigo, que se niegue así mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará.