Lectura diaria de la Biblia

4 de abril 2022 – lunes. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: Jesús se presenta como luz, la misión de Jesús es iluminar: la luz. Él mismo ha dicho: Yo soy la luz del mundo. No es fácil vivir en la luz. La luz nos hace ver muchas cosas feas dentro de nosotros que no queremos ver. Pensemos en nuestros vicios, nuestra soberbia, nuestro espíritu mundano: todo esto nos ciega, nos aleja de la luz de Jesús. Jesús mismo, la luz, dice: Ten valor: déjate iluminar, déjate ver por lo que tienes dentro, porque soy yo quien te lleva adelante, para salvarte. No te condeno. Yo te salvo (cf. v. 47). El Señor nos salva de nuestras tinieblas interiores, de las tinieblas de la vida cotidiana, de la vida social, de la vida política, de la vida nacional, internacional… Hay muchas tinieblas interiores. Y el Señor nos salva. Pero nos pide que las veamos primero; tener el valor de ver nuestras tinieblas para que la luz del Señor entre y nos salve.

Jesús volvió a hablar a los fariseos: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Le dijeron los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo, tu testimonio no es válido. Jesús les contestó: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de donde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino que estoy con el que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre. Ellos le preguntaban: ¿Dónde está tu Padre?. Jesús contestó: Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

Daniel 13, 41c-62; Salmo 22, 1-6 . Juan 8, 12-20

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