Lectura diaria de la Biblia

23 de Agosto 2009 – Domingo

 

Josué 24,1-2a.15-17.18b

En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quien queráis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios, Él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; Él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!

 

Salmo 33 Gustad y ved que bueno es el Señor.

 

Efesios 5,21-32

Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos  como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia; él que es el salvador del cuerpo. Pues como la iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse así mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la iglesia.  

 

Juan 6,60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo dijeron: Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?. Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: ¿Esto os hace vacilar?,  ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son Espíritu y vida. Y con todo, alguno de vosotros no creen. Pues Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quien lo iba a entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos?. Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quien vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo consagrado por Dios.

Deje un comentario

Debe identificarse para enviar un comentario.