Lectura diaria de la Biblia
24 de octubre 2021 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES
Papa Francisco: Hoy el Evangelio sella tres pasos fundamentales para el camino de la fe. 1. En primer lugar, nos fijamos en Bartimeo: su nombre significa “hijo de Timeo”. Surge una paradoja: el padre está ausente. Bartimeo yace solo junto al camino, lejos de casa y sin un padre: nos es alguien amado sino abandonado. Es ciego y no tiene quien lo escuche; y cuando quería hablar, intentaban hacerlo callar. Jesús escucha su grito. Y cuando lo encuentra le deja hablar. No era difícil adivinar lo que Bartimeo le habría pedido: es evidente que un ciego lo que quiere es tener o recuperar su vista. Pero Jesús no es expeditivo, da tiempo a la escucha, este es el primer paso para facilitar el camino de la fe: escuchar. Es el apostolado del oído: escuchar, antes de hablar. Por el contrario, muchos de los que estaban con Jesús imprecaban a Bartimeo para que se callara ¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida! Escuchar con amor, con paciencia, como hace Dios con nosotros, con nuestras oraciones a menudo repetitivas. Dios nunca se cansa, siempre se alegra cuando lo buscamos. Pidamos también nosotros la gracia de un corazón dócil para escuchar. 2. Segundo paso para acompañar el camino de fe: hacerse prójimo. Miramos a Jesús, que no delega en alguien de la multitud que lo seguía, sino que se encuentra con Bartimeo en persona. Le dice: ¿Qué quieres que yo haga por ti?. Qué quieres: Jesús se identifica con Bartimeo, no prescinde de sus expectativas; que yo haga: hacer, no solo hablar; por ti: no de acuerdo con ideas preestablecidas para cualquiera, sino para ti, en tu situación. Así lo hace Dios, implicándose en primera persona con un amor de predilección por cada uno. La fe pasa por la vida. Cuando la fe se concentra exclusivamente en las formulaciones doctrinales, se corre el riesgo de hablar solo a la cabeza, sin tocar el corazón. Y cuando se concentra solo en el hacer, corre el riesgo de convertirse en moralismo y de reducirse a lo social. La fe es vida: es vivir el amor de Dios que ha cambiado nuestra existencia. 3. Testimoniar es el tercer paso. Fijémonos en los discípulos que llaman a Bartimeo: le dirigen solo tres palabras, todas de Jesús: Ánimo, levántate, que te llama. En el resto del Evangelio, solo Jesús dice ánimo, porque solo él resucita el corazón. Solo Jesús dice en el Evangelio levántate, para sanar el espíritu y el cuerpo. Solo Jesús llama, cambiando la vida del que lo sigue, levantando al que está por el suelo, llevando la luz de Dios en la oscuridad de la vida (28-10-2018).
Jeremías 31, 7-9: Esto dice el Señor: Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por la flor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: “¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel!”. Los traeré del país del norte, los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas: volverá una enorme multitud. Vendrán todos llorando, y yo los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por camino llano sin tropiezos. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito.
Salmo 125, 1b-6: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Hebreos 5, 1-6: Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad. A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor, sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió así mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tu eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy; o, como dice en otro pasaje: Tú eres sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
Marcos 10, 46-52: Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí. Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo. Llamaron al ciego, diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le contestó: “Rabbuni”, que recobre la vista. Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.