Lectura diaria de la Biblia

11 de julio 2021 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: El Evangelio de hoy narra el momento en el que Jesús envía a los Doce en misión. Se detiene en el estilo del enviado, que podemos resumir en dos puntos: la misión tiene un centro; la misión tiene un rostro. 1. El discípulo misionero tiene antes que nada su centro de referencia, que es la persona de Jesús. La narración lo indica usando una serie de verbos que lo tienen a él por sujeto –llama, comenzó a mandarlos, dándoles poder, ordenó, les dijo-, así que el ir y el obrar de los Doce aparece como el irradiarse desde un centro, la presencia y la obra de Jesús en su acción misionera. Esto manifiesta como los apóstoles no tienen nada propio que anunciar, ni propias capacidades que demostrar, sino que hablan y actúan como enviados, como mensajeros de Jesús. Este episodio evangélico se refiere también a nosotros, a todos los bautizados, llamados a testimoniar, en los distintos ambientes de vida, el Evangelio de Cristo. Y también para nosotros esta misión es auténtica solo a partir de su centro inmutable que es Jesús. No es una iniciativa de los fieles ni de los grupos y tampoco de las grandes asociaciones, sino que es la misión de la Iglesia inseparablemente unida a su Señor. Ningún cristiano anuncia el Evangelio por sí, sino solo enviado por la Iglesia que ha recibido el mandato de Cristo mismo. Es precisamente el bautismo lo que nos hace misioneros. Un bautizado que no siente la necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es buen cristiano. 2. La segunda característica del estilo del misionero es, por así decir, un rostro, que consiste en la pobreza de medios. Su equipamiento responde a un criterio de sobriedad. Los Doce, de hecho, tienen la orden de llevar para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja. El Maestro los quiere libres y ligeros, sin apoyo y sin favores, seguros solo del amor de él que les envía, fuertes solo por su palabra que van a anunciar. El bastón y la sandalia son la dotación de los peregrinos, porque tales son los mensajeros del reino de Dios, no gerentes omnipotentes, no funcionarios inamovibles. La situación de Jesús, que fue rechazado y crucificado, prefigura el destino de su mensajero. Y solo si estamos unidos a él, muerto y resucitado, conseguimos encontrar la valentía de la evangelización. Que la virgen María, primera discípula y misionera de la palabra de Dios, nos ayude a llevar al mundo el mensaje del Evangelio en un júbilo humilde y radiante, más allá de todo rechazo, incomprensión o tribulación (15-7-2018).

Amós 7, 12-15: Amasías, sacerdote de Betel, dijo a Amós: Vidente: vete, huye al territorio de Judá. Allí podrás ganarte el pan, y allí profetizarás. Pero en Betel no vuelvas a profetizar, porque es el santuario del rey y la casa del reino. Pero Amós respondió a Amasías: Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y un cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve, profetiza a mi pueblo Israel”.

Salmo 84, 9abc-14: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Efesios 1, 3-10: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. En él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia que en su sabiduría y prudencia ha derrochado sobre nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

Marcos 6, 7-13: Jesús llamó a los doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y decía: Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos. Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

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