Lectura diaria de la Biblia
3 de junio 2021 – jueves. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: Cuando Jesús responde al escriba cuál es el primero –y el segundo- mandamiento, no responde con una explicación, sino que usa la Palabra de Dios: ¡Escucha, Israel! El Señor nuestro Dioses el único Señor. La confesión de Dios se realiza en la vida, en el camino de la vida; no basta con decir: “Yo creo en Dios, el único”; sino que requiere preguntarse cómo se vive este mandamiento. Con frecuencia se sigue viviendo como si Él no fuera el único Dios y existieran otros Dioses a nuestra disposición. El camino del amor a Dios es un camino de amor, de fidelidad: al Señor le complace hacer la comparación de este camino con el amor nupcial. Y esta fidelidad nos impone expulsar a los ídolos, descubrirlos, porque existen y están bien ocultos, en nuestra personalidad, en nuestro modo de vivir; y nos hacen infieles al amor del Único, infieles al amor de Dios. El apóstol Pablo escribe a Timoteo (2Tim 2, 13): Si eres infiel al Señor, él permanece fiel, porque no puede negarse así mismo. Él es la fidelidad plena. Él no puede ser infiel. Tanto es el amor que tiene por nosotros (6-6-2013).
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” Respondió Jesús: El primero es: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que éstos”. El escriba replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Tobías 6.10-11; 7.1.8-17; 8.4-9a; Salmo 127, 1bc-5 . Marcos 12, 28b-34