Lectura diaria de la Biblia

19 de mayo 2021 – miércoles. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: Cuando se acercaba su hora, Jesús oró al Padre por sus discípulos, por los que estaban con Él y por los que vendrían (cf. Jn 17, 11-22). Nos hace bien pensar que, en su hora crucial, Jesús pone en su oración la vida de los suyos, nuestra vida. Y le pide a su Padre que los mantenga en la unidad y en la alegría. Conocía bien Jesús el corazón de los suyos, conoce bien nuestro corazón. Por eso reza, pide al Padre para que no los domine una conciencia que tiende a aislarse, refugiarse en las propias certezas, seguridades, espacios; a desentenderse de la vida de los demás. Son situaciones que desembocan en tristeza individualista, en una tristeza que poco a poco va dejando lugar al resentimiento, a la queja continua, a la monotonía; ese no es el deseo de Dios para nosotros, esa no es la vida en el Espíritu a la que nos invitó. Por eso Jesús reza, pide para que la tristeza y el aislamiento no nos ganen el corazón. Nosotros queremos hacer lo mismo, queremos unirnos a la oración de Jesús, a sus palabras para decir juntos: “Padre Santo, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, como nosotros y su gozo sea completo” (20-9-2015).

Levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: “Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”.

Hechos 20, 28-38; Salmo 67, 29-30.33-36d . Juan 17, 11b-19

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