Lectura diaria de la Biblia
3 de enero 2021 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: El Verbo –es decir, la Palabra creadora de Dios- se hace carne y viene a habitar en medio de nosotros (Juan 1, 14). Aquella Palabra, que habita en el cielo, o sea, en la dimensión de Dios, viene a la tierra para que nosotros escuchemos y podamos conocer y tocar con la mano el amor del Padre. El Verbo de Dios es el mismo Hijo Unigénito suyo, hecho hombre, lleno de amor y de fidelidad, es el mismo Jesús. El Evangelista no oculta la dramaticidad de la encarnación del Hijo de Dios, subrayando que al don del amor de Dios se responde con el rechazo por parte de los hombres. El Verbo es la luz, y sin embargo los hombres han preferido las tinieblas. El Verbo viene a su casa, pero los suyos no lo recibieron. Han cerrado la puerta ante la cara del Hijo de Dios. Es el misterio del mal que toma posesión de nuestra vida, y que requiere nuestra vigilancia y atención para que no predomine. El libro del Génesis ofrece una bella frase que nos hace entender esto: dice que el mal “acecha a nuestra puerta”. ¡Ay de nosotros si lo dejamos entrar, porque desde dentro de nosotros cerraría nuestra puerta a todos los demás! Nosotros estamos llamados a abrir de par en par la puerta de nuestro corazón a la Palabra de Dios, a Jesús, para llegar a ser así hijos de Dios (3-1-2016).
Eclesiástico 24, 1-2.8-12: La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el poderoso. El Creador del Universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: “Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”. Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir. Ejercí mi ministerio en la tienda santa delante de él y así me establecí en Sión. En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad.
Salmo 147, 12-15.19-20: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Efesios 1, 3-6.15-18: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Cristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el amado. Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cual es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.
Juan 1, 1-5.9-18: En el principio existía el verbo, y el verbo estaba junto a Dios, y el verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. El verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: Éste es de quien dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.