Lectura diaria de la Biblia
14 de junio 2020 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Papa Francisco: Cada domingo, la comunidad eclesial se reúne alrededor de la Eucaristía. Y cada año tenemos la alegría de celebrar la fiesta dedicada a este Misterio central de la fe, para expresar en plenitud nuestra adoración a Cristo que se dona como alimento y bebida de salvación. Jesús afirma “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo (…) El pan que yo voy a dar, es mi carne por la vida del mundo”. Él declara que el Padre lo ha enviado al mundo como alimento de vida eterna, y que por esto Él se sacrificará así mismo, su carne. Jesús, en la cruz, entregó su cuerpo y derramó su sangre. El Hijo del hombre crucificado es el verdadero Cordero pascual, que hace salir de la esclavitud del pecado y sostiene en el camino hacia la tierra prometida. En la Eucaristía Jesús, como hizo con los discípulos de Emaús, se acerca a nosotros, peregrinos en la historia, para alimentar en nosotros la fe, la esperanza y la caridad; para consolarnos en las pruebas; para sostenernos en el compromiso por la justicia y la paz. Esta presencia solidaria del Hijo de Dios está por todos lados: en las ciudades y en los campos, en el norte y en el sur del mundo, en los países de tradición cristiana y en los de primera evangelización. Y en la Eucaristía Él se ofrece así mismo como fuerza espiritual para ayudarnos y poner en práctica su mandamiento –amarnos como Él nos ha amado-, construyendo comunidades acogedoras y abiertas a las necesidades de todos, especialmente de las personas más frágiles, pobres y necesitadas. Alimentarnos con Jesús Eucaristía significa también abandonarnos con confianza a Él y dejarnos guiar por Él. Se trata de acoger a Jesús en lugar del propio “yo”. De esta forma, el amor gratuito recibido por Jesús en la comunión eucarística, con la obra del Espíritu Santo, alimenta el amor a Dios y a los hermanos que encontramos en el camino de cada día (18-6-2017).
Deuteronomio 8, 2-3.14b-16a: Habló Moisés al pueblo diciendo: “Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para probarte y conocer lo que ha hecho en tu corazón: Si observas sus preceptos o no. Él te afligió, haciéndote pasar hambre y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No olvides al Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la casa de esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres”.
Salmo 147, 12-15.19-20: Glorifica al Señor, Jerusalén.
1Corintios 10, 16-17: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan.
JUAN 6, 51-58: Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”. Disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”. Entonces Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron. El que come este pan vivirá para siempre”.