Lectura diaria de la Biblia
19 de abril 2020 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
DOMINGO II DE PASCUA
Papa Francisco: El evangelio de hoy narra que el día de Pascua Jesús se aparece por la tarde a sus discípulos en el Cenáculo, llevando tres dones: la paz, la alegría y la misión apostólica. 1. La paz. Sus primeras palabras son: La paz con vosotros. El Señor Resucitado trae auténtica paz, porque a través de su sacrificio en la cruz ha cumplido la reconciliación entre Dios y la humanidad y ha vencido al pecado y a la muerte. Jesús se presenta vivo en medio de ellos y mostrando sus llagas –Jesús quiso conservar sus llagas- en el cuerpo glorioso, de la paz como fruto de su victoria. Pero esa tarde no estaba presente el apóstol Tomás, informado de este hecho extraordinario, él, incrédulo, pretende verificar personalmente la verdad de lo que afirman. Ocho días después, tal como hoy, se repite la aparición: Jesús sale al encuentro de la incredulidad de Tomás invitándole a tocar sus llagas. Constituyen la fuente de la paz, porque son el signo del amor inmenso de Jesús, que derrotó a las fuerzas hostiles contra el hombre, es decir, el pecado, el mal y la muerte. 2. La alegría: Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Cuando nos pasa algo increíble demasiado bonito, nos sale de dentro decir: ¡No me lo puedo creer! Los discípulos no podían creer de tanta alegría. Y esa es la alegría que nos da Jesús. Si estás triste, mira a Jesús crucificado y resucitado, mira sus llagas y toma esta alegría. 3. La misión. Jesús da a sus discípulos una nueva misión: Como el Padre me envió, también yo os envío. La resurrección de Jesús es el inicio de un nuevo dinamismo de amor capaz de transformar el mundo con la presencia del Espíritu Santo. En este segundo domingo de Pascua, estamos invitados a acercarnos a Cristo con fe, abriendo nuestros corazones a la paz, a la alegría y a la misión, pero no olvidemos las llagas de Jesús (28-4-2019).
Hechos 2, 42-47: Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
Salmo 117, 2-4.13-15.22-24: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
1Pedro 1, 3-9: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final. Por ellos os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas: así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; Sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.
Juan 20, 19-31: Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puestas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quien les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!. Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.