Lectura diaria de la Biblia
22 de marzo 2020 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: En el centro del Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma se encuentra Jesús y un hombre ciego de nacimiento. Cristo le devuelve la vista y obra este milagro con una especie de rito simbólico: primero mezcla la tierra con la saliva y la unta en los ojos del ciego; luego le ordena ir a lavarse en la piscina de Siloé. Ese hombre va, se lava, y se aclara la vista. Con este milagro Jesús se manifiesta a nosotros como luz del mundo; y el ciego de nacimiento nos representa a cada uno de nosotros, que hemos sido creados para conocer a Dios, pero a causa del pecado somos como ciegos, todos necesitamos una luz nueva: la de la fe, que Jesús nos ha dado. Nosotros hemos sido “Iluminados” por Cristo en el Bautismo, y por ello estamos llamados a comportarnos como hijos de la luz. Y comportarse como hijos de la luz exige un cambio radical de mentalidad, una capacidad de juzgar hombres y cosas según otra escala de valores, que viene de Dios. El Bautismo exige la elección de vivir como hijos de la luz y caminar en la luz. Si ahora os preguntase: ¿Creéis que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Creéis que puede cambiaros el corazón? ¿Creéis que puede hacer ver la realidad como la ve Él, no como la vemos nosotros? ¿Creéis que Él es la luz, nos da la verdadera luz? ¿Qué significa tener la verdadera luz, caminar en la luz? Significa ante todo abandonar las luces falsas: la luz fría y fatua del prejuicio contra los demás, contra quienes juzgamos sin misericordia y condenamos sin apelación. Cuando se chismorrea sobre los demás, no se camina en la luz, se camina en la sombra. Otra falsa luz es la del interés personal: si valoramos hombres y casas en base al criterio de nuestra utilidad, de nuestro placer, de nuestro prestigio, no somos fieles a la verdad en las relaciones y en las situaciones. Si vamos por este camino del buscar solo el interés personal, caminamos en las sombras (26-3-2017).
1Samuel 16, 1b.6-7.10-13a: El Señor dijo a Samuel: Llena tu cuerno de aceite y ponte en camino. Te envío a casa de Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí. Cuando llegó, vio a Eliab y se dijo: Seguro que está su ungido ante el Señor. Pero el Señor dijo a Samuel: No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, más el Señor mira el corazón. Jesé presentó a sus siete hijos ante Samuel. Pero Samuel dijo a Jesé: El Señor no ha elegido a estos. Entonces Samuel preguntó a Jesé: ¿No hay más muchachos?. Y le respondió: Todavía queda el menor, que está pastoreando el rebaño. Samuel le dijo: Manda a buscarlo porque no nos sentaremos a la mesa mientras no venga. Jesé mandó a por él y lo hizo venir. Era rubio, de hermosos ojos y buena presencia. El Señor dijo a Samuel: Levántate y úngelo de parte del Señor pues es éste. Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del Señor vino sobre David desde aquel día en adelante.
Salmo 22, 1-6: El Señor es mi pastor, nada me falta.
Efesios 5, 8-14: Antes erais tinieblas, pero ahora sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas. Pues da vergüenza decir las cosas que ellos hacen a ocultas. Pero, al denunciarlas, la luz las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará.
Juan 9, 1.6-9.13-17.34-38: Al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Entonces, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: ¿No es ése el que se sentaba a pedir?. Unos decían: El mismo. Otros decían: No es él, pero se le parece. Él respondía: Soy yo. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: Me puso barro en los ojos, me lave y veo. Alguno de los fariseos comentaban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?. Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú, ¿Qué dices del que te ha abierto los ojos?. Él contestó: Que es un profeta. Le replicaron: Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?. Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?. Jesús le dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es. Él dijo: Creo, Señor. Y se postró ante él.