Lectura diaria de la Biblia
10 de noviembre 2019 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: Para ponerlo a Jesús en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos, los saduceos –que no creían en la resurrección de los muertos- parten de un caso imaginario: Una mujer tuvo siete maridos, que murieron uno tras otro, y preguntan a Jesús: ¿De cuál de ellos será esposa esa mujer después de su muerte? Jesús, siempre apacible y paciente, en primer lugar responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de la vida terrena. La vida eterna es otra vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, ya no existirá el matrimonio, que está vinculado a nuestra existencia en este mundo. Los resucitados serán como los ángeles, y vivirán en un estado diverso. Pero luego Jesús, por decirlo así, pasa al contraataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura, con una sencillez y una originalidad que nos deja llenos de admiración por nuestro Maestro, el único Maestro. La prueba de la resurrección Jesús la encuentra en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente, allí donde Dios se revela como el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. El nombre de Dios está relacionado con los nombres de los hombres y las mujeres con quienes Él se vincula, y este vínculo es más fuerte que la muerte. Y nosotros podemos decir también de la relación de Dios con nosotros, con cada uno de nosotros: ¡Él es nuestro Dios! Como si Él llevase nuestro nombre. A Él le gusta decirlo, y esta es la alianza. He aquí por qué Jesús afirma: No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para Él todos está vivos. Y este es el vínculo decisivo, la alianza fundamental, la alianza con Jesús: Él mismo es la Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado venció la muerte. Jesús le da un giro a la perspectiva humana y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: la vida plena (10-11-2013).
2Macabeos 7, 1-2.9-14: En aquellos días, sucedió que arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarles a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: ¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres. El segundo, estando para morir, dijo: Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna. Después se burlaron del tercero. Cuando le pidieron sacar la lengua, lo hizo enseguida y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: Del cielo las recibí y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios. El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba a punto de morir, dijo: Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.
Salmo 16, 1.5-6.8.15: Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
2Tesalonicenses 2, 16-3, 5: Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo eterno y una gran esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos veamos libres de la gente perversa y malvada; porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del maligno. En cuanto a vosotros, estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado. Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo.
Lucas 20, 27-38: Se acercaron unos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron a Jesús: Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer. Jesús les contestó: En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos, no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos.