Lectura diaria de la Biblia
15 de septiembre 2019 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: En el Evangelio de hoy hay dos parábolas nos hacen captar que no es fácil incluir a la gente, porque hay resistencia, prevalece el criterio selectivo. 1ª. La primera parábola habla del pastor que regresa a casa con las ovejas y se da cuenta de que de las cien ovejas falta una. Podría haber dicho: “mañana la encontraré”. Al contrario, lo deja todo –estaba hambriento, porque había trabajado toda la jornada- y va, cuando está avanzada la tarde, para encontrarla quizá en la oscuridad. Es lo mismo que hace Jesús con los pecadores, publicanos: va a comer con ellos, para encontrarlos. 2ª. La otra parábola se refiere a la mujer que pierde la moneda: es lo mismo, enciende la lámpara, barre la casa y busca minuciosamente hasta que la encuentra. Quizá emplea todo el día, pero la encuentra. ¿Qué ocurre en ambos casos? Que el pastor y la mujer están rebosantes de alegría, porque han encontrado lo que habían perdido. Y van a comunicarlo a los vecinos, a los amigos, porque están muy contentos:”La he encontrado, la he incluido…” (en el rebaño, en el monedero). Este “incluir” de Dios, contra la exclusión del que juzga, echa fuera a la gente, a las personas, “este no, este no, este no”, creándose un pequeño círculo de amigos que está en su ambiente. Cristo hace como el Padre, cuando lo envió a salvarnos: nos busca para incluirnos, para entrar en comunidad, para ser una familia. Y el gozo de san Pablo es la salvación grande que ha recibido del Señor: haber encontrado aquello que creía perdido para siempre (5-11-2015).
Éxodo 32, 7-11.13-14: Dijo el Señor a Moisés: Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un toro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”. Y el Señor añadió a Moisés: Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: Mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo. Entonces Moisés suplicó al Señor su Dios: ¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”. Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Salmo 50, 3-4.12-13.17.19: Me levantaré, me pondré en camino a donde está mi padre.
1Timoteo 1, 12-17: Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos de la fe; sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobre abundó en mí, junto con la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia, y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna. Al rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Lucas 15, 1-10: Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Ése acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: ¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse. O ¿qué mujer que tiene diez monedas y se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”. Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.