Hábitos y errores de concepto
Me gustaría comentar mis impresiones acerca de unas cuestiones cotidianas como son los hábitos y los errores de concepto.
La vida es la oportunidad de crecer pero no de manera espontánea como lo hacen las plantas. El crecimiento ha de ser gradual y con la conciencia clara de que es necesario para no perder el Norte, lo que es igual, con el objetivo de conseguir equilibrio, moderación, ecuanimidad, libertad, salud, bienestar moderado, cultura,… y tantos y tantos aspectos que nos acercan a una vida placentera y feliz.
Muchas personas prefieren vivir esclavizadas a falsos ideales o subyugados a férreas costumbres, que llevan a interpretar la vida de manera equivocada, creyendo indefectiblemente que es eso lo que la vida ofrece, cuando en realidad la vida ofrece de todo. Casi siempre se puede conseguir todo aquello que seamos capaces de pagar con nuestro sacrificio y con un plan inteligente.
El desatino radica en la cultura del tener. En periodos de abundancia la única razón de vida para muchas personas es tener y tener, y en periodos de escasez estas mismas personas entran en la desesperanza, en una incertidumbre que no les deja ver la luz, al haberse roto su tren de vida, basado en un crecimiento económico rápido y en el afán de acumular cosas, casas, coches y de todo. Lo contrario, el rechazo al esfuerzo, también es nefasto e improductivo
Los hábitos en un consumo desaforado y el consumo en general han elevado los precios extremadamente, siendo el principal error que nos ha llevado a esta crisis. “Este parón en las compras está llevando al reequilibrio, pero sólo obedece a una desconfianza en el futuro que nos deparará esta situación. La sociedad moderna no sabe contenerse cuando tiene dinero”. Es un hecho que la compra a plazos y la extensión de estos, ha propiciado en los últimos años el aumento de los precios alocadamente, subiendo la vivienda un 200 % del 2000 al 2007. Yo me pregunto: ¿donde está la versión de que la oferta y la demanda trae un equilibrio justo en los precios y en el crecimiento? Eso sólo sería posible si se comprara por pura necesidad, incluso si caprichos e inversiones se comprasen o hiciesen, respectivamente, por decisión voluntaria. En los tiempos actuales el factor publicidad ejerce un poder incontrolable en la voluntad y por tanto en la decisión del individuo. Dado este poder el comercio debería estar regulado en ciertos aspectos. La demanda creada con argucias publicitarias es provocada y por tanto inestable.
La sociedad de nuestro tiempo es muy dada a crear economías ficticias que más tarde o más temprano se vienen abajo, y como la caída arrastra de manera indirecta a personas que no son culpables de esta o aquella quiebra, entonces aparecen las inyecciones o apuntalamientos para evitar la sicosis que conduciría a un mal mayor. Lo triste es que siempre tienen que pagar el pato aquellos que obran justamente y con prudencia, con sus economías basadas en el sacrificio.
Estas economías ficticias, también basadas en decisiones irresponsables, llevan a un callejón sin salida al menor atisbo de crisis; esa es la cruda realidad que estamos viviendo. Cada día aumentan más y más los parados y la angustia se apodera de las familias, sobre todo cuando vemos que de día en día se acerca más a nuestra casa.
Debemos pensar que de todo se sale y que de esta crisis también saldremos, aunque no creo que antes de tres años, y para eso tienen que cambiar muchas cosas drásticamente, aunque puedan significar cambios antipopulares. España no podrá soportar por mucho más tiempo esta sangría originada por un paro imparable. Lo razonable seria acometer varias reformas, entre otras, para mitigar el problema, aunque la solución estuviera a largo plazo: reformar la enseñanza, la contratación de funcionarios, ley laboral o del trabajo, el código civil, la ley de comercio (El que vende quiere cobrar y, el que sabe que no va a pagar sencillamente que no compre)
Necesarias son también las ayudas a la innovación y a la investigación para reducir costes con tecnología avanzada. Ayudas estatales en la renovación y/o ampliación de maquinaria, vehículos industriales y automóviles ligeros.
Y un objetivo permanente de mira: reducir la jornada laboral.
La ambición desmesurada esclaviza, le priva a uno del tiempo necesario para la reflexión y el ocio a cambio de tener un pequeño disfrute momentáneo. El tiempo libre hace que la vida sea más placentera cuando se comparte ese tiempo con los hijos y, con las fuentes de la cultura que nos abren nuevas vías de comunicación con nuestros semejantes.
Debemos aprender a valorarnos como personas y ambicionar más el ser que el tener. El conocimiento y la cultura libera a los pueblos: acerca culturas, derriba barreras y obstáculos para el comercio, el intercambio y la convivencia. Aunque el eje del comentario no es este, querría decir algo más al respecto: Si ricas son las culturas pasadas de los pueblos, no menos ricas son las culturas que podemos crear en el presente, aprovechando la mezcla de personas de distintos orígenes; no lo que hacemos, obcecarnos en recuperar, para revivir, costumbres ancestrales que sólo corresponde a estudiosos y antropólogos, conocimiento que el ciudadano común utilizaría por deseos de saber o por simple curiosidad.
Retrotraer la mirada al pasado: con sus conquistas, invasiones, guerras, batallas, enfrentamientos,… sólo consigue aumentar las diferencias que nos separan, cuando lo que deberíamos hacer es aumentar las semejanzas que unen. Basta ya de enconamiento entre clases.
El pasado no vuelve. El presente es la oportunidad de vivir nuevas experiencias, haciendo cultura al andar.
Y volviendo al tema que nos ocupa, recordemos la cantidad de errores que cometemos por un egoísmo desaforado y por la ambición de tener. En nosotros está la clave para vivir más satisfechos y conformes. Cuántos enfados en una casa porque se rompe un objeto, se pierde algo o se malinterpreta una frase. Cuántas familias rotas por las particiones de una herencia. Cuánta importancia damos a cosas nimias poniendo en riesgo nuestra salud mental y física y nuestras relaciones familiares. Y todo por las cosas. Traeríamos mucha paz a la familia si nos conformásemos con menos y si intentásemos comprender a los demás, procurando no ver en ellos la mota en el ojo y tratando de quitar la viga del nuestro.
En cuestión de hábitos hay un refrán que dice: “El que mal hábito adquiere esclavo de el vive y muere”. Y otro opuesto que dice: “Créate buenos hábitos y hazte esclavo de ellos”.
Cuántos hábitos perniciosos minan la voluntad, deterioran las relaciones, afectan a la salud, quiebran la esperanza, nublan la visión de futuro y nos hacen confundir las prioridades, impidiéndonos reconocer quienes merecen de verdad nuestro afecto y nuestra confianza.
Creo que esta crisis nos va a llevar a una reflexión profunda, en la que recuperaremos el sentido de la verdad, el sentido de la solidaridad y el sentido de la decencia, cada día más distorsionados. Así, la sociedad camina hacia su propia perdición, hacia una dudosa identidad, pues constantemente se están adulterando nuestros orígenes. La sociedad que deja que le mientan una y mil veces, deja que la solidaridad nacional y la lengua se ponga en tela de juicio, deja que la economía se tire por los suelos, es una sociedad sin recursos y sin los valores necesarios para poder afrontar con serenidad los periodos convulsos tan frecuentes en nuestra historia.
No obstante no quedaría otra que resurgir de las cenizas si fuera necesario, aprender la lección y comprender que esa actitud de indiferencia y apatía no conduce a nada.
Si la cohesión de la familia se nos va de las manos la cohesión social es inviable; ese es el momento actual que estamos atravesando.
Es triste que para darnos cuenta de nuestros errores, tengamos que pasar hambre o permitir que convecinos nuestros, los más débiles, sean las victimas de esta ambición insaciable y de este sistema capitalista, feroz e implacable.
D.C.