Lectura diaria de la Biblia
18 de abril 2019 – jueves. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR
Papa Francisco: Jesús estaba cenando con los suyos en la última cena y, dice el Evangelio: “Sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre”. Sabía que lo habían traicionado y que Judas lo habría entregado esa misma noche. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Dios ama así: hasta el extremo. Y da la vida por cada uno de nosotros, y se enorgullece de ello y lo quiere así porque Él tiene amor: “Amar hasta el extremo”. No es fácil, porque todos nosotros somos pecadores, todos tenemos límites, defectos, tantas cosas. Todos sabemos amar, pero no somos como Dios que ama sin mirar las consecuencias, hasta el extremo. Y nos da el ejemplo para enseñarlo, Él, que era “el jefe”, que era Dios, lava los pies a sus discípulos. Lavar los pies era una costumbre de entonces, antes de los almuerzos y de las cenas, porque no había asfalto y la gente andaba entre el polvo. Por lo tanto, uno de los gestos para recibir a una persona en casa, y también a la hora de comer, era lavarse los pies. Era tarea de los esclavos, de los que estaban esclavizados, pero Jesús invierte esa regla y lo hace Él. Simón no quería, pero Jesús le explicó que tenía que ser así, que Él había venido al mundo para servir, para servirnos, para hacerse esclavo por nosotros, para dar su vida por nosotros, para amar hasta el extremo. Después de esto, tomó el pan y nos dio su cuerpo. Tomó el cáliz con el vino y nos dio su sangre. Así es el amor de Dios. Hoy, pensemos solamente en el amor de Dios (13-4-2017).
Éxodo 12, 1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual.
Salmo 115, 12-18: El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo.
1Corintios 11, 23-26: Cuando coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.
Juan 13, 1-15: Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarle los pies a los discípulos, secándolos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y este le dijo: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?. Jesús le replicó: Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde. Pedro le dice: No me lavarás los pies jamás. Jesús le contestó: Si no te lavo, no tienes parte conmigo. Simón Pedro le dice: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dice: Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: No todos estáis limpios. Cuando acabó de lavarle los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.