Lectura diaria de la Biblia
16 de diciembre 2018 – Domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: En el Evangelio de hoy una pregunta que se repite tres veces: ¿Qué tenemos que hacer?. Esta pregunta la sentimos también nuestra. La liturgia de hoy nos repite, con las palabras de Juan, que es preciso convertirse, es necesario cambiar la dirección de marcha y tomar el camino de la justicia, la solidaridad, la sobriedad: son los valores imprescindibles de existencia plenamente humana y auténticamente cristiana. ¡Convertíos! Es la síntesis del mensaje del Bautista. Y la liturgia de este tercer domingo de adviento nos ayuda a descubrir nuevamente una dimensión particular de la conversión: la alegría (13-12-2015).
Sofonías 3, 14-18a: Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.
Salmo Isaías 12, 2-6: Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.
Filipenses 4, 4-7: Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Lucas 3, 10-18: La gente preguntaba a Juan: ¿Entonces, qué tenemos que hacer?. Él contestó: El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?. Él les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos soldados igualmente le preguntaban: Y nosotros, que tenemos que hacer?. Él les contestó: No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga. Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: en su mano tiene el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga. Con estas palabras y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el evangelio.