Lectura diaria de la Biblia
1 de Julio 2018 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: El Evangelio de hoy presenta la curación de una mujer que desde hacía doce años padecía flujos de sangre. A causa de esta enfermedad que, según la cultura del tiempo, la hacía impura, ella debía evitar todo contacto humano: pobrecilla, estaba condenada a una muerte civil. Esta mujer anónima, en medio de la multitud que sigue a Jesús, se dice a sí misma: con solo tocarle el manto curaré. Y así fue. Quien cree toca a Jesús y toma de Él la gracia que salva. La fe es esto: tocar a Jesús y recibir de Él la gracia que salva la vida espiritual, nos salva de tantos problemas. Jesús se da cuenta, y en medio de la gente, busca el rostro de aquella mujer. Ella se adelanta temblorosa y el le dice: Hija, tu fe te ha salvado. Y cada vez que Jesús se acerca a nosotros, cuando vamos hacia Él con fe, escuchamos esto del Padre: Hijo, tú eres mi hijo. Tú te has curado. Yo perdono a todos, todo. Yo curo a todos y todo. El mensaje es claro, y se puede resumir en una pregunta: ¿Creemos que Jesús puede curarnos y puede despertarnos de la muerte? (28-6-2015).
Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-25: Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte ni imperio del abismo sobre la tierra, porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella.
Salmo 29, 2-6.11-13: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
2Corintios 8, 7-9.13-15: Lo mismo que sobresalís en todo -en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el amor que os hemos comunicado-, sobresalid también en esta obra de caridad. Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros, con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En este momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad. Como está escrito: Al que recogía mucho, no le sobraba; y al que recogía poco, no le faltaba.
Marcos 5, 21-30.33-43: Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él, y lo seguía mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto pensando: Con solo tocarle el manto curaré. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando ha había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente y preguntaba: ¿Quién me ha tocado el manto? Le dice: Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad. Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe. No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Y después de entrar les dijo: ¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida. Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la tomó de la mano, y le dijo: Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.