Lectura diaria de la Biblia
13 de agosto 2017 – Domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: El Evangelio de hoy nos presenta el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago. En el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, se describe nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y con todo victoriosa, la fe del cristiano camina hacia el encuentro del Señor resucitado, en medio de las tempestades y peligros del mundo. Es muy importante también la escena final. En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: “Realmente eres Hijo de Dios”. (vv. 32-33). Sobre la barca estaban todos los discípulos, unidos por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, de la poca fe. Pero cuando a esa barca vuelve a subir Jesús, el clima cambia inmediatamente: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos, pequeños y asustados, se convierten en grandes en el momento en que se postran de rodillas y reconocen en su maestro al Hijo de Dios. ¡Cuántas veces también a nosotros nos sucede lo mismo! Sin Jesús, lejos de Jesús, nos sentimos asustados e inadecuados hasta el punto de pensar que ya no podemos seguir. ¡Falta la fe! Pero Jesús siempre está con nosotros, tal vez oculto, pero presente y dispuesto a sostenernos (10-8-2014).
1Reyes 19, 19a.11-13a: Al llegar Elías al monte de Dios, al Oreb, se refugió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: Sal y aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar. Pasó antes del Señor un viento huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos: pero en el viento no estaba el Señor. Vino después un terremoto, y en el terremoto no estaba el Señor. Después vino un fuego, y en el fuego no estaba el Señor. Después escuchó un susurro. Elías, al oírlo, se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.
Salmo 84, 9-14: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Romanos 9, 1-5: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según lo humano, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Mateo 14, 22-33: Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!. Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?. En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios.