Lectura diaria de la Biblia
2 de abril 2017 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: En el quinto domingo de Cuaresma, los que se preparaban para el Bautismo en la Iglesia recibían la palabra de Dios. También esta comunidad, hoy, hará el mismo gesto. Y yo quiero daros el Evangelio; que vosotros llevéis el Evangelio a casa. Este Evangelio es un Evangelio de bolsillo para llevar siempre con nosotros, para leer un poquito, un pasaje; abrirlo así y leer algo del Evangelio, cuando debo hacer una fila o cuando estoy en el autobús; pero cuando estoy cómodo en el autobús, porque si no estoy cómodo, debo estar atento a los bolsillos. Leer siempre un trocito del Evangelio. Nos hará mucho bien. Un poco todos los días. Hoy, quinto domingo de Cuaresma, recibís la palabra de Dios y también, así, podéis escuchar la voz de Jesús que os dice: sal afuera. Ven. Ven afuera, y prepararos de este modo para la noche de Pascua (6-4-2014).
Ezequiel 37, 12-14: Así dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago. Oráculo del Señor.
Salmo 129, 1-8: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Romanos 8, 8-11: Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si Cristo está con vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Juan 11, 3-7.17.20-27.33-45: Las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo: Señor, al que tú amas está enfermo. Jesús, al oírlo, dijo: esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. Sólo entonces dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección en el último día. Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?. Ella le contestó: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó: ¿Dónde lo habéis enterrado?. Le contestaron: Señor, ven a verlo. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!. Pero algunos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?. Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús: Quitad la losa. Marta, la hermana del muerto, le dijo: Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días. Jesús le replicó: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?. Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, sal afuera. El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar. Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.