Lectura diaria de la Biblia
15 de Noviembre 2016 – Martes. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: Zaqueo era uno como tantos dirigentes que conocemos: corrupto. En vez de servir a su pueblo, explotan al pueblo para servirse a sí mismos. En el mundo hay algunos… Y la gente no lo quería. Era una oveja perdida, es depreciado y es un excomulgado, era un publicano, amigo de los odiados ocupantes romanos, era un ladrón y un explotador. Impedido de acercarse a Jesús, probablemente por motivo de su mala fama, y siendo pequeño de estatura, Zaqueo trepa a un árbol, para poder ver al Maestro. Y Jesús lo llama por su nombre: Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa. No existe profesión o condición social, no existe pecado o crimen de algún tipo que pueda borrar de la memoria y del corazón de Dios a uno solo de sus hijos. Y yo te digo a ti: si tienes un peso en tu conciencia, si tienes vergüenza por tantas cosas que has cometido trepa, como hizo Zaqueo, sube al árbol del deseo de ser perdonado; yo te aseguro que no quedarás decepcionado.
Entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Apocalipsis 3, 1-6.14-22; Salmo 14, 2-5 . Lucas 19, 1-10