Lectura diaria de la Biblia
23 de Octubre 2016 – Domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: Nosotros a veces tenemos una gran prisa por juzgar, clasificar, poner de este lado a los buenos y del otro a los malos… Pero recordar la oración de ese hombre soberbio: Oh Dios, te doy gracias porque soy bueno, no soy como los demás hombres, malo… (cf. Lc 18, 11-12). Dios en cambio sabe esperar. Él mira el campo de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: Ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero ve también los brotes de bien y espera con confianza que maduren. Dios es paciente, sabe esperar. Que hermoso es esto: nuestro Dios es un Padre paciente, que nos espera siempre y nos espera con el corazón en la mano para acogernos, para perdonarnos. Él nos perdona siempre si vamos a Él.
Eclesiástico 35, 12-14.16-18: El Señor es un Dios justo que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las suplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa; no ceja hasta que Dios le atiende y el juez justo le hace justicia.
Salmo 33, 2-3.17-19.23: Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
2Timoteo 4, 6-8.16-18: Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La primera vez que me defendí ante el tribunal, todos me abandonaron y nadie me asistió. –Que Dios los perdone-. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar integro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Lucas 18, 9-14: Dijo Jesús esta parábola a algunos que, teniéndose por justos se sentían seguros de sí mismos, y despreciaban a los demás: dos hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios! Te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.