Lectura diaria de la Biblia

14 de diciembre 2008 – Domingo

Is 61, 1-2 a.10-11: El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas así el Señor hará brotar la justicia y los himnos, ante todos los pueblos.

Sal Lc 1, 46-50.53-54: Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.1Ts 5, 16-24: Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. En toda ocasión tened la acción de gracias: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la parusía de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.  
 

Juan 1, 6-8.19-28: Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: Éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz, y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: ¿Tú quién eres? Él confesó sin reservas: Yo no soy el Mesías. Le preguntaron: Entonces ¿qué? ¿Eres tú Elías? Él dijo: No lo soy. ¿Eres tú el Profeta? Respondió: No. Y le dijeron: ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo? Él contestó: Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor” (como dijo el Profeta Isaías) Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Esto pasaba en Betania, en la orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.    

 

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