Lectura diaria de la Biblia
Día 2 de Febrero. Domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Mundo: en aquel Israel, y en el mundo de hoy, Cristo es bandera discutida y rechazada por quienes no ven en él al Salvador.
Fe: Jesús es luz de las naciones, el único que salva de las tinieblas al hombre.
Malaquías 3, 1-4 Así dice el Señor: Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrad, dice el Señor de los ejércitos.¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de los lavanderos: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a la plata y oro refinará a los hijos de Leví, y presentará al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.
Salmo 23, 7-10 ¿Quién es el Rey de la gloria es el señor.
Hebreos 2, 14-18: Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser compasivo y pontífice fiel en lo que ha Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Lucas 2, 22-40: Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor) y para entregar la oblación como dice la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor; impulsado por el Espíritu Santo fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz: porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel. José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: Mira: Éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la aptitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del templo, día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.