Lectura diaria de la Biblia
1 de abril 2012 – Domingo
Mundo: El mundo ha comenzado su “Semana de Primavera”, vacaciones con la excusa de Cristo, que muere en la cruz y resucita.
Fe: Para el cristiano, hoy es día de aclamar a Jesús, comenzando así una semana que realmente es santa, al lado de Jesús: aclamado, vituperado, abandonado, muerto y resucitado.
Is 50, 4-7: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayuda, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y se que no quedaré avergonzado.
Sal 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Flp 2, 6-11: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el Nombre sobre todo nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre.
Marcos 15, 1-39: Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Él respondió: Tú lo dices. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo: ¿No contestas nada? Mira cuantos cargos presentan contra ti. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó: ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: ¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos? Ellos gritaron de nuevo: ¡Crucifícalo!. Pilato les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho?. Ellos gritaron más fuerte: ¡Crucifícalo!. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio- y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: ¡Salve, rey de los judíos!. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de la calavera), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: El rey de los judíos. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Anda! Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo: A otros ha salvado, y así mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: Eloí, Eloí, lamá sabaktaní. Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?. Algunos de los presentes, al oírlo decían: Mira, está llamando a Elías. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: Dejar, haber si viene Elías a bajarlo. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver como había expirado, dijo: Realmente este hombre era Hijo de Dios.