Conversando con mis cuadros

Me encuentro ante bellas obras de arte – cuadros – y apenas sin darme cuenta, sabiendo por otras veces que a la mínima que los miro, nace en mi un sentimiento y el deseo de hablarles, de dirigirme a  ellos y confesarles las  placenteras sensaciones que me invaden cuando me abandono a su contemplación. Es tan grande la pasión que siento por los cuadros, que hasta  me desborda, llevándome a emitir frases como esta, mirando a uno le digo: En ti veo la perfección del espíritu al que quiero dirigir mis pasos. Tu marco, contribuyendo a realzar tu belleza y valores estéticos, facilita tu proyección cósmica. Nada, ni el mismo marco, puede delimitar una obra de arte. Su mensaje puede ser infinito, dependiendo de la mente del espectador. De ahí que el mejor medio para su comprensión sea: Detenerse, contemplarlo y analizarlo, con medios y conocimiento. Se despertarían en nosotros cualidades insospechadas. Este conocimiento y sensibilidad conseguida a través de estas prácticas, me hacen ver y sentir cada día nuevas sensaciones ante las realidades y misterios que anuncias….. Cuanto más te miro más me llenas de emoción; eres como ese hijo perfecto que todos deseamos tener en el se den todas las cualidades que nosotros no fuimos capaces de desarrollar. Nos sentimos tan pequeños ante una obra de arte, que es como si viéramos reflejado en ella la perfección que somos conscientes tener y desgraciadamente pocas veces disfrutamos. Mi espíritu, creado para el gozo y la plenitud, enamorado como está del cuadro por sus peculiaridades, continúa diciéndole: Siempre quise ser como tú, vida, luz, color, armonía, equilibrio, libertad, espacio,….. Mi espíritu, conocedor de las limitaciones de mi cuerpo, siente infinitos deseos de dotarlo de las cualidades que percibe en ti cuando te observa. Últimamente paso horas contemplando cuadros, mi subconsciente se altera y afloran sentimientos dormidos, dando nuevo impulso a mi vida y aproximándome más y más a esa tierra viva que me necesita como yo la necesito a ella. Formamos parte de un todo y no tenemos derecho a despreciar  nada ni a nadie; vivimos tan deprisa que todo pasa inadvertido, de ahí que muchas cosas no representen nada para nosotros. Muy distinto resulta cuando profundizamos en el conocimiento, asombrosamente todo toma otra dimensión.
 Levita

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