Convivencia
Estimados amigos, Os hago participes de lo que un matrimonio amigo nos ha trasladado; han estado de convivencia y nos hacen este resumen de lo útil que ha sido para ellos asistir a una convivencia.
Amigo Diego: Este fin de semana hemos estado de convivencia, no puedes imaginar lo enriquecedor que ha sido para nosotros.
El Sermón de la Montaña completo, casi al final de la convivencia, nos ha puesto en la parrilla de salida para abrazar al hombre con todos sus defectos, todas sus limitaciones y toda su soberbia. El hombre sin Dios es así. Inicialmente hay que aceptarlo si queremos influir en él mediante nuestro ejemplo de vida y llegado el caso nuestra palabra, que no sería nuestra, si no palabra de Dios según lo que en cada caso fuese necesario resaltar. La palabra de Dios libera, elimina el pecado y quita la carga; te hace humilde a la vez que fuerte en tu objetivo. La banalidad del mundo te resbala. Tus armas son Cristo. Los miedos quedaron atrás; con sólo la precaución basta.
Además he llegado a otra conclusión: El hombre eterno como es el cristiano, ya no tiene apego a las cosas materiales. Es tan importante confiar en las promesas del Señor, que uno llega a considerarse importante, no necesitas las cosas para apoyarte en ellas, tienes la roca que es Cristo, para apoyarte en ella. Si el cristiano se diese cuenta del valor que encierra su fe, iría cantando y saltando de alegría por la calle.
Tú sabes Diego que nosotros amábamos al Señor y estábamos en sus manos confiando plenamente en él, pero en este tipo de actividades (catequesis, retiro, convivencias, ejercicios espirituales, etc.), cuando ves que otros hermanos participan de la misma fe incluso con un mayor conocimiento que tu, eso emociona, fortalece y te remueve para sacar de ti todo lo bueno que tienes en su interior. Como dice el evangelio «la fe sin obras es una fe muerta, como dormida» Hay que estar permanentemente renovando la fe con las obras. Por eso cualquier actividad religiosa viene muy bien porque reactiva los buenos sentimientos y los buenos deseos de manifestar el amor a los semejantes. Eso nos obliga a una lucha constante contra la rutina. El hombre es un animal de costumbres y cuesta salir de las costumbres. El cristiano debería estar siempre ojo avizor, en permanente observación, cuando sale de casa, para ver si alguien en el camino necesita de tu auxilio. Si esto no se tiene como un objetivo más en la vida, el cristiano también se adormece y las buenas obras dejan de brillar.
En resumidas cuentas, hay mucho que reflexionar y hay mucho que hacer. Se me viene a la cabeza “la mies es mucha y los obreros pocos”
C y D