19 de mayo 2024 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
Papa Francisco: El día de Pentecostés, los discípulos de Jesús todavía estaban desconcertados y asustados. Aún no tenían el valor de salir a la luz. Y nosotros también, a veces sucede, preferimos permanecer dentro de las paredes protectoras de nuestro entorno. Pero el Señor sabe cómo llegar hasta nosotros y abrir las puertas de nuestro corazón. Él envía al Espíritu Santo sobre nosotros que nos envuelve y derrota todas nuestras vacilaciones, derriba nuestras defensas, desmantela nuestras falsas certezas. El Espíritu nos hace nuevas criaturas, como lo hizo ese día con los Apóstoles: nos renueva, nuevas criaturas. (23-05-2021)
VIGILIA
Génesis 11, 1-9: Babel: allí confundió el Señor las lenguas de toda la tierra.
Éxodo 19, 3-8.16-20b: El Señor descendió al monte Sinaí a la vista del pueblo.
Ezequiel 37, 1-14: Huesos secos, infundiré Espíritu sobre vosotros y viviréis.
Joel 3, 1-5: Sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu.
Salmo 103, 1-2a.24-30: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Romanos 8, 22-27: El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
Juan 7, 37-39: El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritó: El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva”. Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
MISA DEL DÍA
Hechos de los Apóstoles 2, 1-11: Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia, que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua.
Salmo 103, 1ab y 24ab.29bc-31 y 34: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Corintios 12, 3b-7.12-13: Nadie puede decir “Jesús es Señor”, sino es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Juan 20, 19-23: Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.