3 de octubre 2021 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: El Evangelio de este domingo nos ofrece la palabra de Jesús sobre el matrimonio. Jesús retoma el libro del Génesis: Desde el comienzo de la creación, él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y los dos se harán una sola carne. Y concluye: Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre. En el proyecto originario del Creador, se trata de un hombre y una mujer llamados a reconocerse, a completarse, a ayudarse mutuamente en el matrimonio. Esta enseñanza de Jesús es muy clara y defiende la dignidad del matrimonio como una unión de amor que implica fidelidad. Lo que permite a los esposos permanecer unidos en el matrimonio es un amor de donación recíproca sostenido por la gracia de Cristo. Si en vez de eso, en los cónyuges prevalece el interés individual, la propia satisfacción, entonces su unión no podrá resistir. Y es la misma página evangélica la que nos recuerda, con gran realismo, que el hombre y la mujer puedan realizar gestos que pongan en crisis su unión. Jesús confirma el designio de Dios, en el que destaca la fuerza y la belleza de la relación humana. La Iglesia, por una parte, no se cansa de confirmar la belleza de la familia como nos ha sido entregada por la escritura y la tradición, pero al mismo tiempo se esfuerza por hacer sentir concretamente su cercanía materna a cuantos viven la experiencia de relaciones rotas o que siguen delante de manera sufrida y fatigosa (7-10-2018).
Génesis 2, 18-24: El Señor Dios se dijo: No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él, que le ayude. Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el Adán le pusiera. Así Adán puso nombre a todos los ganados, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontró ninguno como él, que le ayudase. Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán. Adán dijo: ¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será “mujer”, porque ha salido del varón. Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
Salmo 127, 1bc-6: Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
Hebreos 2, 9-11: Hermanos: Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Pues, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos. Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo, llevará muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.
Marcos 10, 2-12: Acercándose unos fariseos, preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre repudiar a su mujer?. Él les replicó: ¿Qué os ha mandado Moisés?. Contestaron: Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla. Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.