28 de junio 2020 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí… Dice Jesús. El afecto de un padre, la ternura de una madre, la dulce amistad entre hermanos, todo esto, aun siendo muy bueno y legítimo, no puede ser antepuesto a Cristo. No porque Él nos quiera sin corazón y sin gratitud, al contrario, sino porque la condición del discípulo exige una relación prioritaria con el maestro: cualquier discípulo, ya sea un laico, un sacerdote, un obispo. Quizá la primera pregunta que debemos hacer a un cristiano es: ¿Pero tú te encuentras con Jesús? ¿Tú rezas a Jesús?. La relación. Se podría casi parafrasear el libro del Génesis: Por eso, deja el hombre a su padre y a su madre y se une a Jesucristo, y se hacen una sola cosa. Quién se deja atraer por este vínculo de amor y de vida con el Señor Jesús, se convierte en su representante, en su “embajador”, sobre todo con el modo de ser, de vivir. Jesús mismo, cuando envía a sus discípulos, les dice: el que os recibe a vosotros me recibe a mí y quien me recibe, recibe al que me ha enviado. Es necesario que la gente pueda percibir que para ese discípulo Jesús es verdaderamente “el Señor”, es verdaderamente el centro de su vida, el todo de la vida. No importa si luego, como toda persona humana, tiene sus límites y también sus errores –con tal de que tenga la humildad de reconocerlo-; lo importante es que no tenga el corazón doble, esto es peligroso (2-7-2017).
2Reyes 4, 8-11.14-16a: Pasó Eliseo un día por Sunem. Vivía allí una mujer principal que le insistió en que se quedase a comer; y, desde entonces, se detenía allí a comer cada vez que pasaba. Ella dijo a su marido: Estoy segura de que es un hombre santo de Dios el que viene siempre a vernos. Construyamos en la terraza una pequeña habitación y pongámosle arriba una cama, una mesa, una silla y una lámpara, para que cuando venga pueda retirarse. Llegó el día en que Eliseo se acercó por allí, y se retiró a la habitación de arriba, donde se acostó. Entonces se preguntó Eliseo: ¿Qué podemos hacer por ella?. Respondió Guejazí, su criado: Por desgracia no tiene hijos y su marido es ya anciano. Eliseo ordenó que la llamase. La llamó y ella se detuvo a la entrada. Eliseo le dijo: El año próximo, por esta época, tú estarás abrazando un hijo.
Salmo 88, 2-3.16-19: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Romanos 6, 3-4.8-11: Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, a muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Mateo 10, 37–42: Jesús dijo a sus apóstoles: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.