28 de julio 2019 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: El Evangelio de este domingo (Lc 11, 1-13) comienza con la escena de Jesús rezando solo, apartado; cuando termina, los discípulos le piden: Señor, enséñanos a orar; y Él responde: Cuando oréis, decid: “Padre…“. Esta palabra es el secreto de la oración de Jesús, es la llave que Él mismo nos da para que podamos entrar también en esa relación de diálogo confidencial con el Padre que le ha acompañado y sostenido toda su vida. Al apelativo Padre Jesús asocia dos peticiones; Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino. La oración de Jesús, y por lo tanto la oración cristiana, es antes que nada un dejar sitio a Dios, permitiendo que manifieste su santidad en nosotros y dejando avanzar su reino, a partir de la posibilidad de ejercer su señorío de amor en nuestra vida. Otras tres súplicas completan esta oración que Jesús nos enseña, el Padre nuestro. Son tres peticiones que expresan nuestras necesidades fundamentales: el pan, el perdón y la ayuda ante las tentaciones. No se puede vivir sin pan, no se puede vivir sin perdón y no se puede vivir sin la ayuda de Dios ante las tentaciones. 1. El pan que Jesús nos hace pedir es el necesario, no el superfluo; es el pan de los peregrinos, el justo, un pan que no se acumula y no se desperdicia, que no pesa en nuestra marcha. 2. El perdón es, ante todo, aquello que nosotros mismos recibimos de Dios: solo la conciencia de ser pecadores perdonados por la infinita misericordia divina, puede hacernos capaces de cumplir gestos concretos de reconciliación fraterna. Si una persona no se siente pecador perdonado, nunca podrá realizar un gesto de perdón o reconciliación. Se comienza desde el corazón, donde uno se siente pecador perdonado. 3. La última petición, no nos dejes caer en la tentación, expresa la conciencia de nuestra condición, siempre expuesta a las insidias del mal y de la corrupción. Él conoce mejor que nosotros mismos nuestras necesidades, pero quiere que se las presentemos con audacia y con insistencia, porque este es nuestro modo de participar en su obra de salvación. ¡La oración es el primer y principal instrumento de trabajo que tenemos en nuestras manos! (24-7-2016).
Génesis 18, 20-32: El Señor dijo: El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí, y si no, lo sabré. Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor. Abrahán se acercó y le dijo: ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia? El Señor contestó: Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos. Abrahán respondió: Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?. Respondió el Señor: No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco. Abrahán insistió: Quizá no se encuentren más que cuarenta. Él dijo: En atención a los cuarenta, no lo haré. Abrahán siguió hablando: Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?. No lo haré, si encuentro allí treinta. Insistió Abrahán: Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran veinte?. Respondió el Señor: En atención a los veinte no la destruiré. Abrahán continuó: Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?. Contestó el Señor: En atención a los diez no la destruiré.
Salmo 137, 1-3.6-8: Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
Colosenses 2, 12-14: Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos. Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él. Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la cruz.
Lucas 11, 1-13: Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oréis decid: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación. Y les dijo: Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide, recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?.