26 de mayo 2019 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: El Evangelio de hoy nos lleva al cenáculo. Jesús promete a los Apóstoles el don del Espíritu Santo, cuya tarea será enseñar y recordar sus palabras a la comunidad de los discípulos. Lo dice Jesús mismo: El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Jn 14, 26). Enseñar y recordar. Esto es lo que hace el Espíritu Santo en nuestros corazones. Jesús anuncia la venida del Espíritu que ante todo enseñará a los discípulos a comprender cada vez más plenamente el Evangelio, a acogerlo en su existencia y a hacerlo vivo y operante con el testimonio. Mientras está por confiar a los Apóstoles la misión de llevar el anuncio del Evangelio a todo el mundo, Jesús promete que no se quedarán solos: estará con ellos el Espíritu Santo, que estará a su lado, es más, estará en ellos, para defenderlos y sostenerlos. Jesús regresa al Padre pero continúa acompañando y enseñando a sus discípulos mediante el don del Espíritu Santo. El segundo aspecto de la misión del Espíritu Santo consiste en ayudar a los Apóstoles a recordar las palabras de Jesús. El Espíritu tiene la tarea de despertar la memoria, recordar las palabras de Jesús. El divino Maestro ya había comunicado todo lo que quería confiar a los Apóstoles: con Él, Verbo encarnado, la revelación está completa. El Espíritu hará recordar las enseñanzas de Jesús en las diversas circunstancias concretas de la vida, para poder ponerlas en práctica. Es precisamente lo que sucede aún hoy en día en la Iglesia, guiada por la luz y la fuerza del Espíritu Santo, para que pueda llevar a todos el don de la salvación, es decir, el amor y la misericordia de Dios (1-5-2016).
Hechos 15, 1-2.22-29: Unos que bajaban de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia. Entonces los apóstoles y los presbíteros con toda la iglesia acordaron elegir algunos de ellos para mandarlos a Antioquia con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas llamado Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos y enviaron por medio de ellos esta carta: Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquia, Siria y Zilicia provenientes de la gentilidad. Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos.
Salmo 66, 2-8: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Apocalipsis 21, 10-14.22-23: El ángel me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios: Su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino. Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas, y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel. Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los apóstoles del Cordero. Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios Todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero. Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina y su lámpara es el Cordero.
Juan 14, 23-29: Dijo Jesús a sus discípulos: El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy: No os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis.