10 de febrero 2019 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: Cuando terminó Jesús de hablar, le dice a Pedro que se adentre en el mar para echar las redes. Simón le contestó: Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra echaré las redes. Y su fe no se ve decepcionada: de hecho, las redes se llenaron de tal cantidad de peces que casi se rompían. Frente a este evento extraordinario, los pescadores se asombraron. Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: Señor, apártate de mí, que soy un pecador. Ese signo prodigioso le convenció de que Jesús no es solo un maestro formidable, cuya palabra es verdadera y poderosa, sino que Él es el Señor, es la manifestación de Dios. Y esta cercana presencia despierta en Pedro un fuerte sentido de la propia mezquindad e indignidad. Desde un punto de vista humano, piensa que debe haber piensa que debe haber distancia entre el pecador y el santo. En verdad, precisamente su condición de pecador requiere que el Señor no se aleje de él, de la misma forma que un médico no puede alejarse de quien está enfermo (7-2-2016).
Isaías 6, 1-2a.3-8: El año de la muerte del rey Ocías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Junto a él estaban los serafines, y se gritaban unos a otros diciendo: ¡Santo, santo, santo, el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!. Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije: ¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo. Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Contesté: Aquí estoy mándame.
Salmo 137, 1-8: Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
1Corintios 15, 1-11: Os recuerdo, hermanos, el evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano. Porque yo os trasmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, más tarde a todos los Apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
Lucas 5, 1-11: La gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando de pie junto al lago de Jenesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: Rema mar adentro y echad vuestras redes para la pesca. Simón contestó: Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos nada; pero, por tu palabra, echaré las redes. Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces, que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador. Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora, serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.