29 de julio 2018 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: El Evangelio de este domingo presenta el gran signo de la multiplicación de los panes. Un joven que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos peces. Jesús esperaba justamente eso. Ordena a los discípulos que hagan sentar a la gente, luego toma los panes y los peces, da gracias al Padre y lo distribuye. Estos gestos anticipan lo de la última Cena, que dan al pan de Jesús su significado más auténtico. El pan de Dios es Jesús mismo. Al comulgar con Él recibimos su vida en nosotros y nos convertimos en hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros. Jesús sacia no solo el hambre material, sino el más profundo, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios. Ante el sufrimiento, la soledad, la pobreza y las dificultades de tanta gente, ¿qué podemos hacer nosotros? Podemos ofrecer ese poco que tenemos: alguna hora tiempo, algún talento, alguna competencia… ¿Quién de nosotros no tiene sus cinco panes y dos peces? ¡Todos los tenemos! Estamos dispuestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarían para que en el mundo hubiera un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de alegría (26-7-2015).
2Reyes 4, 42-44: Vino un hombre de Bal-Salisá trayendo en la alforja el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente para el profeta del Señor. Eliseo dijo: Dáselos a la gente para que coman. El criado replicó: ¿Qué hago yo con esto para cien personas? Eliseo insistió: Dáselos a la gente para que coma. Porque esto dice el Señor: “Comerán y sobrará”. El criado se los sirvió a la gente; comieron y sobró, como había dicho el Señor.
Salmo 144, 10-11.15-18: Abres tú la mano, Señor, y sacias de favores a todo viviente.
Efesios 4, 1-6: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantened la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.
Juan 6, 1-15: Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dice a Felipe: ¿Con qué compraremos panes para que coman estos? (lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero, ¿qué es eso para tantos?. Jesús dijo: Decid a la gente que se siente en el suelo. Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y lo repartió a los que estaban sentados, y lo mismo, todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda. Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: Este es verdaderamente el profeta que va a venir al mundo. Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.