6 de Agosto 2017 – Domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
Papa Francisco: Jesús toma la decisión de mostrar a Pedro, Santiago y Juan una anticipación de su gloria, la que tendrá después de la resurrección, para confirmarlos en la fe y alentarlos a seguirlo por la senda de la prueba, por el camino de la cruz. Jesús se revela como el icono perfecto del Padre, la irradiación de su gloria. Es el cumplimiento de la revelación; por eso junto a él transfigurado aparecen Moisés y Elías, que representan La Ley y los Profetas, para significar que todo termina y comienza en Jesús, en su pasión y en su gloria. La consigna para los discípulos y para nosotros es esta: ¡Escuchadlo!. Escuchad a Jesús. Él es el Salvador: seguidlo. Escuchar a Cristo, en efecto, lleva a asumir la lógica de su misterio pascual, ponerse en camino con Él para hacer de la propia vida un don de amor para los demás, en dócil obediencia a la voluntad de Dios, con una actitud de desapego en las cosas mundanas y de libertad interior (1-3-2015).
Daniel 7, 9-10.13-14: Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblo, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará.
Salmo 96, 1-2.5-6.9: El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
2Pedro 1,16-19: No nos fundábamos en fábula fantasiosa, cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido. Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada. Así tenemos más confirmada la palabra profética y hacéis muy bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones.
Mateo 17, 1-9: Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se le aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: Éste es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándolos les dijo: Levantaos, no temáis. Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: no contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.