13 de octubre 2024 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.
Papa Francisco: Queridos hermanos y hermanas, una fe sin don, una fe sin gratuidad es una fe incompleta, es una fe débil, una fe enferma. Podríamos compararla con un alimento rico y nutritivo que carece de sabor, o con un partido más o menos bien jugado, pero sin goles: no, no va bien, falta “la sal”. Una fe sin don, sin gratuidad, sin obras de caridad al final nos entristece: como aquel hombre que, aunque mirado con amor por el mismo Jesús, volvió a casa “entristecido” y “apenado”. Hoy podemos preguntarnos: “¿Cuál es la situación de mi fe? ¿La vivo como algo mecánico, como una relación de deber o de interés con Dios? ¿Me acuerdo de alimentarla dejando que Jesús me mire y ame?”. (10-10-2021)
Sabiduría 7, 7-11: Supliqué y me dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y a su lado en nada tuve la riqueza. No la equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro ante ella es un poco de arena y junto a ella la plata es como el barro. La quise más que a la salud y la belleza, y la preferí a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables.
Salmo 89, 12-17: Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.
Hebreos 4, 12-13: La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Marcos 10, 17-30: Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?. Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre. Él replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud. Jesús se le quedó mirando, lo amó y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!. Los discípulos se quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios. Ellos se espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse?. Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo. Pedro se puso a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús dijo: En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más -casas, hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna.