La clave: conocer a Jesús
En términos generales todas las conductas del hombre se pueden corregir a edad temprana, siempre que haya una firme voluntad de ello. Sin embargo hay una conducta mundana que parece la más difícil, incluso da la impresión de que es imposible encontrarle solución: la falta de fe en la persona de Jesucristo.
Yo, no obstante pienso, aunque sólo tenga los mismos resortes que otros han tenido e incluso menos, tengo la impresión de que debe haber alguna formula para conseguirlo y hacer de este mundo infernal un paraíso. No me negarán ustedes que tenemos una necesidad urgente de regeneración de la sociedad. Son intolerables las conductas de nuevo cuño y las clásicas: corrupción política, atracos en domicilio y otros, pederastia, violaciones, asesinatos, droga, violencia doméstica, accidentes automovilísticos por irresponsables…
Verdaderamente ha de haber un gran impedimento en los estamentos sociales para no poder llevar a cavo esta regeneración cuando cuesta tanto; y creo intuir qué es aquello que lo impide: “el dinero” y los intereses creados, que a menudo es dinero también a fin de cuentas; aunque hay otro aspecto que casi siempre jugaría un papel en contra, que es “la política”. En la política reside el poder, y nadie arriesga el poder por un cambio de estructuras sociales, mucho menos si son de carácter espiritual. Conocemos varios casos en que para traer un cambio de régimen ha tenido que ser por la fuerza. Y si el cambio lo promueve un grupo social caracterizado de pacifico, nunca emplearía la fuerza, por tanto es más difícil aún conseguir dicha transformación.
Las claves para el cambio social están claras, pero la gente en general somos muy individualistas, también muy egoístas, lo que impide que seamos dados a participar en las grandes soluciones. Sí es verdad que otras fuerzas sociales actuarían como un muro para impedir un cambio que alterase el normal entramado y desarrollo de la vida social, y de ahí quizá la desgana.
¡Cómo es posible que después de conocer los zarpazos que da la vida, los drásticos cambios en las familias de… “hoy me como el mundo” y, “mañana estoy en un rincón de la habitación, con un cáncer”, sin solución posible y olvidado por los que antes nos reían las gracias, incluso de aquellos que dependían de nosotros! ¡Cuanto mejor sería compartir alegrías y sólo así poder compartir sufrimientos y dolor! Pero claro, el compartir alegrías supone ser generoso y solidario con el necesitado, con el prójimo, y eso cuesta; cuesta mucho desprenderse de medios, pensando que otro día te pueden hacer falta. Y la consecuencia de esta actitud es que cuando viene el dolor nadie se acuerda de nosotros y no somos nadie. Recuerdo: la familia en muchos casos sí está presente, pero lo que yo pretendo reclamar en mi escrito es que la familia se proyecte al entorno estrechando lazos, y no se limite a sus cuatro miembros de primera línea de consanguinidad los que acompañan a la victima o al enfermo.
Toda esa alegría momentánea del mundo es volátil y efímera, aunque podía transformarse en una alegría permanente, y ese dolor que parece interminable, se puede transformar por amor, en sacrificio voluntario a favor de aquellas personas generosas que día a día dan su vida por los demás. Pero solamente hay una solución para vivir en ese estado de felicidad perpetua “El reconocimiento de Cristo como Hijo de Dios” y el amar y respetar a la creación, y al hombre como lo más importante de la misma. En nosotros está la solución, solamente tenemos que aceptar que Cristo sea nuestro guía, sólo en este caso seremos plenamente felices, felices de verdad y para siempre. Con este cambio la muerte sería un premio por nuestra entrega y nuestras privaciones, y no digo al dolor porque el dolor compartido es menos dolor. La muerte del que cree y espera en Jesús, tiene como recompensa la vida eterna, que no sólo no se muere sino que se pasa a vivir en plenitud.
El cambio de la sociedad radica en las enseñanzas de Jesucristo en el evangelio. Cristo es el único que puede dar soluciones a nuestras carencias, a nuestra insatisfacción. En Cristo está la esperanza de vida, esperanza de amor y de justicia. Sólo él puede saciar nuestras nobles ambiciones. No puedo entender el porque no está todo el mundo loco de amor por Cristo, máxime si cuando se le conoce se descubre toda su razón de ser. La incomprensión viene por el desconocimiento, no se puede ni se debe infravalorar a Cristo. Tiene que haber alguna razón o más bien alguna sin razón, que dificulta el acercamiento a Jesús. Muchos hay que hacen de Jesús un personaje a conveniencia. Para unos fue comunista; para otros, socialista; para otros, revolucionario; para otros, de tan humilde poco se puede esperar; para otros, rey de reyes. Reyes que se asocian a poder y a riqueza, y el poder y la riqueza son rechazados por parte de los pobres. No debemos limitar nuestra valoración de Jesús. Estas erróneas interpretaciones, manifestadas, conducen a la deformación de los hechos.
A Jesús, el que lo conoce a fondo, solo siente admiración por él. Jesús es el “Todo”, es el “Hijo de Dios” y quiere que conozcamos la voluntad de su Padre. Por eso el evangelio palabra viva de Dios, nos ilumina y nos acerca a la comprensión de la verdad. Pero el mundo vive ajeno al sentir de Dios, a su deseo, y a su voluntad.
Lee diariamente el evangelio y el Señor abrirá tu mente para que lo comprendas. No tengas prisa pero ponte en camino. Pídele fe al Señor y él te la concederá. Experimentarás un cambio interior que te hará ver las cosas con otra óptica. Será como un empezar a vivir de nuevo, como un renacer. Si lo haces, te habrás ganado un amigo que siempre estará a tu lado cuando lo necesites, Jesús.
Diego Caballero
“Levita”
Lectura diaria del evangelio en:
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